sábado, 10 de octubre de 2009

Como conocí a Perez-Reverte

Un amigo de ésos amigos viajeros, viniendo de México me trajo La reina del Sur para mi cumpleaños. Me comentó que alguien se lo había regalado a su vez y que al leerlo pensó en mí. Y cuando pasó por Sinaloa, no pudo menos que comprarlo. Porque he de decir en su honor, que éste amigo mío entiende algo de rituales y de símbolos, trabaja con ellos y lo que es la prueba total de su entendimiento en la materia: me hace reír mucho con ellos.
El libro habla de ésa tierra, de una chica, una ni
ña que no se sabe muy bien de donde vino y tampoco sabe ni quiere, a donde vá. Pero el destino es generoso con ella y ella es aún más generosa con él, no le saca el cuerpo a lo que el tiempo le pide, está allí presente, sin muchas preguntas y sobre todo, sin mucho prurito con la sucia, sucia realidad.
Ella es una hija de américa, Castaneda bien pudo haberla incluído dentro de su grupo de brujas, su femeneidad es una fuerza indómita, es una agresiva intensidad, una certeza sin certezas, y por supuesto como en todos los protagonistas de Reverte, algo te conmueve en ella, y ése algo sí que es intransferible.
Es por supuesto como toda historia de Reverte, una historia de amor.
Y éso me terminó de decidir a otro libro, y a otro, y a otro más.
Èso y el hecho que luego lo encontré en la biblioteca de un amante, y si hay algo que define la relación con un amante son los libros que uno puede compartir con él/ella.
Y los que no puede compartir.
Ahora estoy leyendo uno que son sus peque
ñas crónicas en el diario, Con ánimo de ofender. He de ser honesta aunque ésto me cueste alguna discusión doméstica, recuerdo su voz leyendo un capítulo. Y doy gracias por tener ése recuerdo entre mis recuerdos. Recuerdos de un tiempo en un mundo sin un capitalismo tan salvaje como éste o quizá con seres más indómitos que los que ahora frecuento.


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