jueves, 21 de julio de 2011

Maniana lloverá en Saarbruecken

Vuelve a llover en Alemandia. Acabo de pasar la aspiradora, el polvo que se junta acá es diferente del de allá, es como una pelusa de algo sintético, difícil de definir. Evidentemente no es tierra de San Marcos ni de ningún lugar. Las casas están aisladas del exterior perfectamente. Triple vidrio en las ventanas que se cierran herméticas como un tuper, paredes de 70cm y un metro de ancho. Un sistema de ventilación eléctrico, controlado electrónicamente. Una computadora para decidir los grados que hacen en cada habitación y una sensación de encierro incomparable. Encierro primer mundista. Lo primero que hacemos cuando el frescor lo permite es abrir las ventanas, igual no corre ningún viento. Adonde está el viento? El viento es el espíritu para los chinos, -bah, no para todos los chinos, para los que siguen al mapa bagua, a la filosofía de la rueda de las mutaciones y los elementos (mierda, tengo q encontrar una manera de definir ésto más sintéticamente)- Es bastante obvio que acá el espíritu se mudó a otra parte.
Europa está vieja, decadente, muriéndose, secándose como un árbol que perdió su lozanía. No es sólo su gente sin alma, sus conversaciones acerca del precio que pagan por las cosas que sus máquinas les fabrican; no, en el bosque también se percibe esa energía vieja, antigua, sin ése vigor que nos rodea en América y que nos parece tan natural. Las plantas y los árboles con la respiración suave, imperceptible, el bosque volviéndose de piedra, los pájaros con los ojos cansados de ver, las plantas que crecen tan prolijamente. Uno puede comprender que sean tacanios, miserables, individualistas, que no conozcan a la madre generosa, dadivosa, a la abundancia, que se derrama en una marea que sacia a sus hijos apenas éstos desean. La madre que sostiene y alimenta con presteza e intención, con un despliegue infinito de una creación riquísima en variedad y belleza.